La evaluación es una actividad frecuente y común en
nuestra vida diaria, constantemente nos vemos obligados a tomar decisiones,
para las cuales previamente debemos realizar alguna forma de valoración.
Por ejemplo, cuando planificamos la realización de una
tarea cotidiana como el limpiar el techo de nuestra casa en a la llegada del
invierno; primeramente, evaluamos si el techo soporta nuestro peso,
seguidamente si podemos realizar esa actividad y así sucesivamente se hacen
constantes evaluaciones de nuestro actuar diario.
Sin embargo, sea cual fuere la complejidad de la
decisión a tomar, siempre la valoración será una actividad importante, puesto
que se halla en juego el aprendizaje de los estudiantes.
La evaluación depende fundamentalmente de la capacidad
del docente para formular juicios fundamentados y objetivos sobre el valor de
un determinado aspecto del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Para elaborar dicho juicio, los instrumentos
constituyen una valiosa ayuda, aunque no son soluciones mágicas, sino que su
función consiste en proporcionar información objetiva, sobre la cual el docente
tomará decisiones.
La evaluación educacional se define (Avolio
de Cois, 1987) como el proceso de recoger información útil, juzgarla y
utilizarla en la toma de decisiones futuras.
Analizaremos los elementos fundamentales de la
definición:
- Es un proceso, es decir, una actividad continua, que supone métodos y
una serie de pasos u operaciones.
- Es una actividad secuencial, porque cada actividad sirve de base
lógica para la siguiente.
- Requiere la obtención de información como un primer paso, que permite
obtener la mayor cantidad y variedad de datos, acerca de la situación que
se desea juzgar. La información es el material básico de la evaluación y
el apoyo objetivo de la misma.
- La recolección de datos se puede realizar utilizando distintos instrumentos y fuentes de información (archivos, estadísticas, trabajos prácticos, pruebas, etc.).
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